Los labios húmedos de su hermano chocaban con los de él, una caricia en su cabello y los dedos callosos hacían un cariño en una parte sensible, no sabía que hacer tan solo gemía descontroladamente. No sabía si podría parar en algún momento, tan solo sabía que estaban completamente desnudos en su habitación, el español tocó su entrada y él puso su mano.

– No – Dijo fuertemente mientras empujaba al español contra la cama y lo besaba con pasión, mientras tocaba lascivamente el miembro de su hermano corriendo la mano de arriba abajo, sonrío altaneramente mientras veía como Antonio tenía un sonrojo lo que lo hacía ver adorable.

                Sorprendentemente para el español, el portugués paró en seco en unos segundos. El español algo sorprendido le miró incrédulo mientras comenzaba a introducir Madrid en la boca del portugués.

– ¡Hermano! – Gritó el español, pero el portugués en vez de sentir como se le llenaba la boca, lo único que veía era el techo de su habitación y una extraña molestia matutina entre sus pantalones.

– Otra vez – Susurró mientras se dirigía a su baño a darse una ducha de agua fría. No podía creer tantas veces con las que había soñado con aquella escena.

                Ya vestido y completamente compuesto el portugués caminaba por la casa, Romano estaba afuera con Antonio, al parecer ya había comenzado la cosecha de tomates y ese par de idiotas no los podían alejar del huerto, ya que se preocupaban desde la cantidad de agua, hasta si tenían o no la suficiente sombra para que sus tomates fuera perfectos. En el reloj de la sala ya eran las doce y si no se ponían a preparar algo para comer, sería muy tarde para almorzar.

                Tenía ganas de comer feijoadas, por lo mismo comenzó a preparar los frijoles para adelantar tiempo al par que estaban felices cosechando y limpiando tomates. ¿Cómo era posible que siempre terminara soñando con aquello?, la piel del moreno a través de la ventana se veía apetecible y no entendía como era que el italiano no se le encaramara a cada momento con lo tierno, adorable y sensual que era su querido hermano menor.

                Se ducharon y en una hora los tres ya estaban comiendo frijoles con arroz mientras el italiano tenía un poco de salsa de tomate junto a su plato, no hay plato que no se coma con tomate, explicaba una y otra vez. El español alegre por su gran cosecha, simplemente miraba como el portugués estaba excesivamente concentrado con los porotos. Algo le decía que no iba bien, no entendía como era que desde que había llegado el italiano, las conversaciones con él habían disminuido al nivel de monosílabos.

– Bastardo, hoy me tengo que ir a la casa del idiota… así que no se te ocurra molestar mientras no esté – Explicaba el italiano mientras retiraba el plato de la mesa y lo dejaba en el fregadero. – Y no se te ocurra olvidar a los tomates, mucho esfuerzo he hecho como para que arruines todo.  ¿Capisco?-

Si no preocupes, igual voy a tener a Paulo para que me controle ¿verdad?- Aquella sonrisa pícara, el portugués no supo como interpretarla, simplemente asintió un poco serio, evitando pensar en como podría castigar a su hermano.

Horas después se encontraba con su hermano viendo la televisión, no se había dado cuenta en qué momento, el menor se había sentado tan cerca de él.

– Paulo… – susurró igual como cuando era pequeño y decía que quería alguna cosa en especial.

– Antonio – Respondió mientras no despegaba la mirada del televisor, lamentablemente el español estaba pensando en otra cosa, ya que una sutil caricia en sus muslos hicieron que comenzara a sentir algo totalmente nuevo.

                La mano del español recorrió el abdomen cubierto del portugués mientras este no se inmutaba intentando concentrarse en la televisión. El español al ver ni una reacción en el portugués se arriesgó a meter la mano en el interior de la sudadera del portugués tocando la caliente y sedosa piel debajo de sus callosas manos. – irmão não deveria fazer isso (Hermano no deberías hacer eso)- Susurró el portugues mientras sentía como el español seguía con su travesía tocando traviesamente uno de los muslos del portugues creando una fricción muy agradable como para poder controlar su cuerpo.

– Eu sou um bad boy (Yo soy un chico malo) – Susurró el español mientras modisqueaba lascivamente la oreja de su hermano mayor mientras veía como este se estremecía con sus caricias.

– ¿Você sabe o que faz deles os bandidos? (¿tu sabes lo que se les hace a los chicos malos?) – El portugues de una manera fiera y salvaje apartó el cuerpo del español recargandolo contra el sofa viendo como este tenía ese mismo rubor con el que había soñado.

– N ão (no) – Respondió el español antes de recibir los carnosos labios de su hermano chocando con los gruesos de él. Le entregaban una deliciosa pasión desmedida.

Mirarte no es lo mismo si no me sonríes, si me miras con desagrado o con susto creo que no sé que haría de mi vida. Hemos estado jugando un juego peligroso ¿Sabías? … soy muy conservador, de hecho creo que lo sabes, creo que sabes que no me gustan estos cambios de la actualidad como tampoco me gusta ver como es que muestras esa sonrisa que debería ser solo para mí.

Sé que puede sonar egoísta, pero me gustas mucho como para cagarla, o incluso para herir tus sentimientos, si quieres romper los míos hazlos pedazos… pero no me muestres esa tristeza en tus ojos, ni mucho menos me pidas que te consuele, porque seré egoísta y me aprovecharé de ti. No tendré piedad de tus sentimientos y arrasaré con todo a mi paso. ¿Qué pasa si después me entero que nunca sentiste nada por mí? ¿Qué pasa si me entero que su personalidad adorable y tierna es con todos? ¿Qué pasa si me entero que nunca fui especial?

Me duele el corazón simplemente pensar así, pero algunas veces siento que es mejor que me aleje y no te diga nada. No te diga que eres el amor de mi vida, ni que mi vida no es lo mismo sin ti o incluso que nunca te diga somos una persona. Me duele la garganta de simplemente pensar que en un ahogo del corazón puedes romper el mio. ¿Es posible que pase aquello? ¿Es posible que alguien como yo se enamore de alguien como tu?

Solo es una chica dijeron mis amigos, pero no eras una más del séquito, eras la primera persona en que pienso en cada mañana al ver el reloj para comenzar la atareado día de trabajo y seguir con aquella rutina que solo tu has roto. Eres la única en que pienso cuando logro ver tu sonrisa bajo tu sombrero y la única que se reirá conmigo de aquella manera mientras vistes aquel delicado vestido de gaza que solo me hace pensar en lo hermosa que eres. En lo perfecto que es tu cabello y tus delicados dedos cuando me miras y los entrelazamos.

– España… ¡Ven! – Gritó la belga mientras veía como el español se quedaba mirando algo en el horizonte.

– Ya voy – Dijo el español mientras sonreía a la jovencita.

– Has estado algo distraído – sonrío ella mientras lo tiraba del brazo y lo introducía en una de las pequeñas máquinas para sacarse una foto.

– ¿No te molesta que nos saquemos una foto verdad? – Preguntó el español viendo que la poca distancia entre los dos, lo pondría algo nervioso.

– Por supuesto que no – Dijo ella con una de sus grandes sonrisas.

El español bajo un poco su cabeza para quedar a la altura de la belga, pero en un moviemnto inesperado la belga luego de apretar el botón de sacar la foto lo besó en un corto y casto beso. El español no entendiendo nada se separó y vio atento los ojos verdes de la belga.

– ¿Qué ha sido eso? – Podría aceptar todo, menos esperanzas en vano.

– Te quiero españa – Sonrío con un gran sonrojo la jovencita.

– ¿de verdad? – Preguntó el español temiendo alguna respuesta.

– Por supuesto idiota – Respondió ella acercando al español con sus manos.

– Yo también – Respondió el español mientras volvía a besar a la jovencita.

Mientras por fuera de la máquina el holandés lo único que quería era entrar a la cabina a golpear al español, gracias a Dios era Lovino el que lo sujetaba.

No podía creer que se dirigía a la casa de Bélgica solo para hacer un chocolate para él. Tenía muchas ganas de salir corriendo y no hacer nada, pero le había prometido que harìan algo para mañana y no había podido ir antes a la casa de Gabriela. Por lo mismo ahora estaba en la camioneta llegando a la hermosa casa de la belga.  Con un poco de molestia se bajó de la camioneta y rápidamente tocó la puerta de la casa. Nunca había esperado ver al holandés con una media sonrisa y la mejilla llena de chocolate abriendo la puerta de la casa de la rubia. Este simplemente lo saludó con un escueto «hola» y lo dejó pasar a la casa.

– ¡Lovino!… Pensé que ya no vendrías – Saludó la belga al italiano, un delicado vestido con un delantal a juego llevaba la belga, mientras este lograba entender el toque de cuentos que tenía aquella casa. Todos los aparadores tenían cosas dulces o chocolates adornando delicadamente el lugar, hace tiempo que no iba a esa casa, por lo mismo la sorpresa le agradó bastante, ya que parecia la casa de Hansel y Gretel. Por lo mismo, no entendía muy bien qué estaba haciendo allí.

– Ehh… no me dijiste que traer – Dijo el italiano al ver que no había traído nada para hacer el chocolate que la belga le ayudaría a hacer.

– No te preocupes, consideralo un regalo, ponte aquél delantal y te acercas – Dijo ella mientras «templaba» el chocolate.

Nervioso el italiano se acercó a la belga con un delicado delantal rosado, se arremangó las mangas y observó a la bulgara.

– ¿Tienes alguna idea en mente? – Preguntó dulcemente la rubia, viendo en la mirada del italiano que sí.

– Estaba pensando en algo no con molde, como una escultura o algo por el estilo – Ella sabía que el italiano tenía el arte en la sangre y estaba ansiosa de saber que sería lo que terminaría haciendo.

– Aquì tienes diferentes tipos de chocolates, blanco, amargo y de leche. Y aquí tienes pinceles con colorantes para adornar el chocolate cuando termines – Sonrío la rubia mirando con gran felicidad al italiano. – Esta más frío que el para bombones, así que lo podrás moldear – Explicó la belga mientras veía al italiano inspeccionar el delicado material.

El chocolate era suave, blanco y a través del suave movimiento lograba entender como era que podía armar cualquier cosa, en unos minutos una flor comenzaba a emerger del chocolate siendo delicada y hermosa. Con delicadeza terminó unas cuantas flores y luego siguió pintnando el chocolate apareciendo unas esculturas casi artísticas en el lugar. Un par de horas más el italiano había terminado un ramo de flores silvestres de chocolate blanco estaba hermoso, aunque lo odiara… era una perfecta forma de mostrar su amor. La belga le ayudó a guardar el delicado arreglo floral entregandole una cajita para guardar aquello y que no hubiera problema alguno.

Despidiendose de los dos hermanos, tomó las llaves de su camioneta volvió a su casa. Sabía que su hermano no aparecería hasta un rato más, había dicho que saldría a no sabía donde con el alemán. El único problema fue al llegar a su casa, todas las luces del lugar estaban encendidas, al igual que el televisor, escondiendo el regalo que habìa hecho en uno de los cajones de la alacena fue y apagó la televisión viendo a su hermano lo desabrigado que estaba, podría pescar un resfriado.

No había olor a comida en el lugar, por lo mismo pensó que lo más probable era que su hermano no había preparado la cena, así que con un poco de ingenio decidió preparar pasta con berenjenas, el día anterior había sacado muchas y debía aprovecharlas antes de que se hecharan a perder. Saló las berenjenas, preparó la olla para la pasta, al igual que los tomates que utilizaría para la salsa. Algo que nunca pensó fue una grave voz alegando que ¿Por qué habían apagado el televisor?

Frattello,  estabas dormido – Dijo el italiano al ver como no era su hermano el que hacía aquél rebuelo, sino que el alemán, sonriendo al ver lo delicado y hermoso que era aquél delantal. – ¡Maldito macho patatas! … ¿Qué haces aquí? – Alegó como siempre, pero entrando a la cocina, para seguir con la cena, mientras evitaba enojarse mucho más. Agradecía a Dios que había alcanzado a esconder aquello.

– Lo siento Lovino, es que tu hermano siempre apaga el televisor para dormir y estaba entretenido en el programa… ¿Qué haces? – Preguntó al ver al itailano que no le veía a la cara, ya que estaba muy concentrado preparando la cena, como para ponerse a pelear con el alemán que estaba muy cerca de él. Luego de poner el agua para enjuagar las verduras se estaba poniendo un poco nervioso, el alemán estaba muy callado para su parecer. No sabía dado ni cuenta hasta que el rubio le había mordisqueado una de sus orejas haciendolo suspirar ampliamente.

– Idiota alejate – Gritó el italiano siendo callado por los labios delgados del alemán mientras sus manos aún se encontraban mojadas lo acercó para profundizar aquél beso, odiaba esa sensación que le causaba el alemán, era tan placentera que no lo podía alejar. – Maldito macho patatas  – Masculló mientras con una de sus manos comenzaba a desordenar el cabello del rubio mientras sentía la escencia de roble que siempre estaba impregnada en el cuerpo del alemán.

Estaban tan concentrados que no se habían dado cuenta que el agua de la pasta estaba lista, hasta que accidentalmente el italiano olió algo extraño, al ver la pasta que estaba totalmente arruinada empujó al alemán mascullando algo en italiano, volcando la pasta en la basura y volviendo a preparar la pasta.

– No hagas nada estúpido idiota… mi hermano no ha comido nada, si no come se levantará y nos verá – Alegó el italiano obligando al alemán a controlarse, cosa que le costaba mientras veía al italiano sudoroso, con aquel adorable ruborizar y ese delantal que no ayudaba mucho.

El alemán al ver al italiano tan enojado por haber quemado, la pasta decidió que era mejor salir a dar una vuelta, había prometido volver en menos de una hora mientras el italiano pensaba si había sido muy duro con el, par de minutos más tarde el menor de los italianos se despertaba y llegaba a la cocina con una sonrisa al ver que la cena estaba casi lista.

LLegó al alemán y cenaron tranquilamente, Feliciano no enendía como era que su hermano no le estaba alegando al alemán por todo en ese momento.  Y el alemán parecía algo herido, como el estaba dormido, no quería preguntar porque tal vez terminaría como una guerra y a pesar que el alemán y el italiano se habían llevado bien los últimos meses, no sabía que era lo que podría haber roto algo asi.

Par de horas después Lovino se disculpó por tener que ir a dormir, a pesar que mañana era San Valentin, no se notaba tan animado como siempre. Sabía que el español quería a su hermano, pero no estaba seguro que fuera también al reves igual. Así que simplemente se fue a dormir despidiendoce del alemán y este último se quedó leyendo el diario junto a una cerveza.

No sabía como hacer para que el alemán lo perdonara, y es que muy pocas veces le salía ese tono y no lo sabía controlar… por lo mismo no sabía que podía hacer, se sentía horrible, pero también sentía que le estaba hiriendo el corazón. Con su pijama roja se dirigió a la cocina buscando un vaso de leche para tranquilizar su culpable corazón. ¿Cómo podría hacer algo? ¿Qué podría hacer?… no entendía nada y no quería hacer nada.

Al llegar, se dió cuenta que el alemán seguía con su ropa, que tenía un vaso de cerveza a medias y el diario tapando su cara. Al parecer se había quedado dormido leyendo el diario. Tranquilamente sacó el diario, hasta que logró ver como el alemán no estaba dormido, sino que estaba igual que él.

– No podía dormir – Susurró el alemán mientras veía las enormes ojeras que traía el italiano ¿Acaso era posible?

– Ni yo – Sorvió sus mocos el italiano, se sentía tan culpable que no podía parar de llorar.

– Shh – Susurró el alemán acercando al italiano, en un par de minutos el menor estaba en las piernas del alemán besandolo lentamente. No había pasión tras aquél beso, no tenía doble intenciones… solamente era una forma de expresar el amor que se tenían saboreando sus bocas, sintiendo el sabor de la cerveza mezclandose con el tomate como si fuera una droga o algo así.

– Lo siento – Respondió el italiano cuando se separaron, no sabía que podía hacer ni decir… solo dejaba que el corazón respondiera – Pensé que sería un lindo valentín y terminé haciendo todo lo peor – Confesó el italiano.

– No te preocupes – Los brazos del alemán querían acunarlo, pero el italiano al ver el reloj de la sala se paró y fue a la cocina, el alemán no entendía nada así que no pregunto solo lo vió dulcemente como se movía de una lado hacia otro.

El italiano volvió con una caja de regalo para el alemán. – Feliz san valentin – Susurró mientras le entregaba el regalo.

Ludwing un poco sorprendido abrió el regalo y se sorprendió muchísimo al ver lo delicado del regalo. – Gracias  – Susurró mientras le entregaba una pequeña cajita con un lazo decorando . – Feliz san Valentin Lovino – Dijo mientras le besaba la mejilla.

El italiano abrió la caja y se encontró con una sortija de plata, en su interior decía Ich liebe dich

La luz del sol penetraba en mi cuerpo haciendo que mi calor corporal siguiera subiendo, y a pesar de estar tranquilamente sobre una bicicleta… aún no me acostumbraba a ese enorme calor al cual tu sí estabas acostumbrado.

Mire mi reloj y como alemán seguía estando perfecto en la hora en que habíamos quedado. Era extraño tener que escapar de un lugar, solo para verte. Para verte a ti, que cada vez que me veías inventabas una estúpida escusa para agredirme o herir mis sentimientos.

Con aquél viento que corría en dirección contraria, mi cabello perfectamente peinado se hizo añicos y no pude pensar nada más que tendría que arreglar mi cabello en el momento que te viera. Al igual como lo dificil que sería esconder aquel ramo de flores que llevaba en la canasta de aquella pequeña y delicada bicicleta. Tenía solo un día, solo un día el cual disfrutaríamos como siempre para poder seguir obviando nuestros sentimientos.

En el momento en que vi tu casa, no supe que hacer mi cabello rubio ya estaba lo suficientemente desordenado y ya no podía arreglarlo, ordené mi sudadera que tenía una estela de polvo y saqué el enorme ramo. En el momento en que me situé en tu puerta logré sentir como tus pasos resonaban en aquella antigua escalera de madera para que aparecieras con tu mirada cortante y tus mejillas sonriendo.

– ¡Como se te ocurre venir para acá! – Gritaste fuertemente, explicando el porqué yo estaba aquí.

– Te vine a ver – Sonreí mientras te mostraba las flores, pero no pude ver tu reacción ya que una de tus manos dieron vuelta mi cara. No entendía… ¿Se suponía que me amabas?

Mi instinto no pudo nada más que golpear tu mejilla con menor intensidad que tú, imponiendo el respeto que debías me debías. No era posible que fueses así conmigo, menos con lo estúpido e idiota que estamos haciendo.

Nunca se me ha dado por entender mi corazón, ni mucho menos el de los demás. Con tu mejilla colorada y a mía igual, al parecer lo más importante era nuestro amor ya que en un par de segundos tu atrapabas mis labios con los tuyos en aquel apasionado beso que había esperado tanto tiempo.

– Te odio macho patatas – Me dijiste antes de tirar de mi sudadera y entrar en tu casa. Por que lamentablemente estábamos jugando un peligroso juego de amantes, donde tu hermano era a quién debía amar y que lamentablemente nunca pudiste explicar. Por que no me odiabas, ni mucho menos yo no te entendía, sino que tu debías darme un poco de ti para que viéramos lo cercanos que eramos  y lo iguales que podíamos llegar a ser.

Tu cabello, tu aroma, tu risita nerviosa y el delicado shock eléctrico que se producía cada vez que escuchaba mi nombre en tus labios o en el que nuestras manos se entrelazaban.

Debo decir que siempre que te veo, como que algo se quiebra. Si estamos solos eres adorable, tierno y me sueles cocinar, pero si hay simplemente un pajarito observando mientras me besas o me abrazas, te apartas rápidamente. Sé que tal vez puede que seas un poco tìmido, pero ha pasado tantas veces, que esto ha comenzado a doler.

El mismo día de ayer, en medio de la noche me dijiste Ti amo, el dìa siguiente mientras mi cuerpo seguìa desnudo, tu cuerpo ya no estaba… de hecho ni en casa estabas. Al parecer había pasado algo, pero ni una nota me habìas dejado. Y era herida que solo tu has producido comenzó a escocer, como si la hubieras habierto de sopeton con costra y todo y no pude hacer nada más que acunarme entre las sábanas esperando volver a sentir tu aroma y tu esencia.

En días no volviste, extraño para mi, haciendome sentir aún peor que antes. No podía creer que todo este dolor tu lo hubieras infringido… incluso después de haberme besado con tanta intensidad y haber proferido esas palabras. ¿Qué podía hacer para que dejaras de romper mi corazón?

Con mi pijama todavìa, recuerdo haber despertado temprano con un hermoso sol diciendo hoy, tome un par de frutas, yogurt y cereal. Mejor iba a hacer algo, mi jefe había dicho que no me preocupara, que todo estaría bien incluso si rompíamos relaciones contigo… Aunque yo no lo quisiera.

El tazón entre mis manos las calentó luego de no haber podido dormir, pensando que volverías. Las frutillas junto al yogurt ni si quiera provocaban apetito en mi y a pesar de que no había podido dormir desde que te habías ido… tampoco pude probar bocado que me diera más energía. ¿Qué me estaba pasando? ¿Tanto dependo de ti como para sentir este agujero en corazón? Entre tanto desasociego, recuerdo haberme quedado dormido u adormilado. No fue hasta pasadas las seis de la tarde cuando comencé a sentir un agradable olor en el ambiente. Era un poco salado y dulce a la vez, al parecer había carne tambien…

Frote mis ojos no creyendo lo que veía, eras tu en mi cocina preparando un plato de spaguetti.

– ¡Lovino volviste! – Girté y te abracé. Como siempre algo alegaste, pero no tome importancia, lo más importante era que estabas conmigo.

– ¿Cómo no voy a volver bastardo? – Preguntaste con un dejo de asombro.

– Es que, no me dijiste nada, y cuando desperté estaba solo… y ¡Ni si quiera una nota dejaste! – Intentó alegar el español, intentando desviar la inmensa felicidad que solo verlo junto a él le hacían feliz.

– Te dije, que tenía que ir a ver a mi jefe para que me dejara quedar un par de días más… ¡Eres un idiota ! – Gritaste mientras me pegabas suavemente con una cuchara de palo. No me importaba que fuera un idiota, si eras tú el que me lo recordaba.

Era un idiota ¿Invitarla un café? ¡Qué demonios le había ocurrido! Sabía que ella lo había utilizado en el colegio con la intensión de sacarles celos al hermano mayor de ella. Pero extrañamente, este no lo miraba de mala manera, incluso le había seguido un par de veces y solía sonreirle ampliamente a él.

– Ehh… Natalia – Intentó decir en el momento en qué encontró la libreta de notas de la chica, al interior había una fotografía… era imposible que ella no se hubiera dado cuenta… pensó el chico mientras la guardaba en su bolso y salía del salón.

Ella solía sonreír seductoramente a él. Pero ella sabía que era un juego en el momento en el que estaban en la escuela, no pensó nada más. Tenía muchas cosas qué hacer, por lo menos tenía una forma de dejar de ser el tonto de la escuela por babear por ella y demostrarle que no era un simple idiota que le ayudaba en el juego de sacarle celos a su hermano mayor.

Había llegado a la pensión en la que se hospedaba, como era un extranjero en Rusia sabía que la única forma de vivir acompañado era una pensión. Aunque no era una pensión cualquiera.

Al entrar le saludó una jovencita húngara que administraba el lugar, siempre feliz y ofreciendo algo de comer había llegado al comedor para comer algo antes de salir, sabía a quién le podría pedir ayuda.

– Uhh…. ¡Qué temprano has llegado cherie! – Le saludó el francés del lugar. De alto tamaño y cabello rubio, el francés había llegado al lugar a trabajar y se la pasaba casi todo el día en la pensión junto a su computador y en las noches se iba a dormir extrañamente muy temprano, aunque nadie la preguntaba qué era lo que hacia… algunos ya se habían hecho algunas ideas.

– Sí, es que he venido directo de la universidad – Sonrío el mientras se sentaba frente a un enorme plato de sopa que la húngara le había servido.

– Qué bueno – Dijo este al ver algo en el computador y comenzar a escribir desenfrenadamente.

Comió tranquilamente, mientras veía un poco de televisión, sabía que debía plantear aquél tema en algún momento, pero aún no estaba seguro.

– ¡Elizabeth llegó el hombre de la casa! – Gritó cierto albino, el esposo de Elizabeth solía llegar a la misma hora que yo, y terminabamos cenando juntos, mi apuro el día de hoy había hecho resaltar lo oscuro que estaba afuera, a pesar de ser tan solo las seis de la tarde.

– ¡Idiota!… ¿Son horas de llegar a casa? – Alegó la húngara mientras comenzaban a pelear como siempre.  Se adoraban, de eso no había duda, el único problema es que siempre peleaban hasta que Gilbert la besaba y cenaban más tranquilos.

– Francis… – Intenté decir mientras dejaba los platos en el lavatorio y se acercaba al francés.

– Dime querido – Me saludó nuevamente el francés y me miraba expectante.

– Te quería pedir ayuda con algo… – Dije un poco nervioso.

– Dime, no creo que haya nada que te impida hablar conmigo ¿Verdad? – El francés dejó su computadora de lado mientras me miraba expectante.

– Quería saber si podrías prestarme esa ropa nuevamente… tengo una cosa muy importante que hacer hoy y necesito ir bien vestido – Dije recordando cómo la semana pasada había salido totalmente diferente.

Al parecer el no lo pensó nada y corrió conmigo detrás buscando ropa y volviendo a vestirme así. Llevaba un saco, y algunas cosas más qué según el se veían bien en un hombre, o algo así. Y terminó con unos lentes gigantes, los mismos que la semana anterior.

– Ve y cázala tigre – Me dijo sabiendo que iría en busca de algo especial.

Un par de horas más tarde llegaba a uno de los más conocidos lugares para ir a bailar y con esa pinta nadie me reconoció. Pero reconocí varios de mis compañeros de universidad y allí estaba ella.

Vestido negro corto con muy poco que dejar a la imaginación, el pelo le caía liso como una enorme cascada rubia y sus ojos celestes brillaban como siempre.

Me asusté un poco e intenté evadir su mirada con la mía. Caminé a la barra de tragos y pedí un vodka tónica. Algo muy fuerte para tener algo de coraje para hablarle a ella. El problema es que me había visto y se había acercado a mi con clara evidencia de querer estar conmigo. Yo aún no lo podía entender.

Recuerdo haber tomado otros dos tragos más y haber salido a bailar con ella. La besé, la abracé y ella ni rastro de su hermano había nombrado. Recuerdo que en el momento que me fui en el auto de Francis ella me había salido persiguiendo, aún no conociendo mi nombre ni nada. Mejor, mejor que no supiera que el personaje de la pista de baile, era el mismo al que arrastraba siempre en clases por cualquier pedido.

El día lunes con un poco más de resaca que la habitual llegué al salón y comencé a tomar notas, ella como siempre  en la nubes volvió a reírse a mis espaldas, pero no le dije nada. Después de clases me dirigí a su locker para entregarle su libreta, lamentablemente ni yo sabía qué hacían los lentes que el francés me había prestado se me cayeron, rápidamente los levanté y me los puse sin pensar en nada.

Me viste con los lentes puestos y un grito ahogado se escuchó en tu garganta, era yo el cual pensabas. Era nuestra fotografía la que cargabas en esa libreta, al no saber qué decir simplemente escapé.

Había salido a comprar algo para su novio, odiaba a ese estúpido que estaba de cumpleaños el día de mañana, pero no podía evitar pensar en ¿Qué rayos le podría regalar? Su hermana le había dicho que cualquier cosa que le regalase le encantaría, pero ella estaba ensimismada en regalarle lo que él quería.

Bueno, era un idiota ruidoso, pero no podía evitar pensar en lo adorable, tierno e incluso romántico a pesar de su naturaleza. Todavía no podía ver que era lo óptimo para él, sabía las cosas que le gustaban, pero aún no estaba segura en que era lo que quería el idiota agradecido para su cumpleaños. Todavía no podía ver que era lo óptimo para él, tal vez le podría comprar un libro, incluso un libro de historia para que fuese feliz, pero estaba frente al escaparate de una pequeña tienda que todo lo decoraba con rosado, blanco o rojo. De hecho era la misma tienda donde habían ido a comprar el regalo de su hermana un par de meses atrás con él.

– No le puedes regalar eso – Pensó la chica y río tan solo imaginando a su novio con aquello que estaba en el escaparate. Se volvería loca, al igual cuando fueron aquella vez y el gritaba insistentemente – ¡Anda Rebe… si no te cuesta nadaaa! Solo para tu rey favorito – Gritó unas cinco veces, hasta que ella le volvió a repetir NO y el simplemente se calló como perrito abandonado.

– Buenos días – Sonrió la misma señora de siempre.

– Buenos días… quería… quería llevar esto de regalo – Dijo un poco indecisa al ver el regalo que traía en sus manos.

– Está bien ¿Es para tu hermana o amiga? – Sonrío la señora mientras buscaba un papel de regalo.

– Para mi novio – Toció la jovencita corrigiendo a la señora.

La señora un poco sorprendida encontró una bolsa de papel color negro y guardó el regalo con cuidado para luego cerrarlo.

Y el día había llegado, sabía que la familia de él era muy cercana y a pesar de ser solo tres se escuchaba a lo lejos gritos y cantos. Agradecía que el cumpliera años en junio ya que no tenían los típicos menos y tanto y estaban en pleno verano.

La familia del rubio irradiaba en felicidad, por lo mismo no quiso entrar a la casa sabiendo que podía romper la intimidad familiar y prefería esperar afuera de la casa, esperando que él apareciera caminando completamente solo.

– ¡Rebe…!  ¿Qué haces aquí? – Sorprendido el danés veía como su novia lo esperaba a unos pasos de su casa. Se veía radiante como siempre y tenía un brillo especial en su miarada.

– Feliz cumpleaños Soren – Sonrió ella mientras le entregaba el regalo, el apartó el regalo  y solo pudo besar a la chica para sentir que era real. Eran muchas cosas buenas en un solo día. Con su curiosidad innata el abrió el paquete y todo en su interior era rosado. Sin pensarlo dos veces abrió su poleron color rojo y se calzó el regalo. Un hermoso poleron color rosado con unas adorables orejitas en el gorro hacian todo el juego.

A pesar que ella no podía dejar de pensar en lo adorable y tierno que se veía con ello tan solo dijo – Qué gay – Mientras intentaba caminar en dirección a la escuela, pero el danés era más rápido y fuerte. Le agarró un brazo y le volvió a besar con mayor intensidad que antes.

– Es perfecto – Sonrió el mientras abrazaba a su novia que lo único que quería hacer era desaparecer del lugar por la verguenza que él le hacía pasar.

Quizas es que me gusta verte en el pasillo sonriendo con todos, o quizas admiro la sonrisa que me dedicas no improtando lo que pase… quisas eres todo tú quién me ha hipnotizado.

– ¡Noru! – Gritó el danés en el otro lado de la acera. El danés sabía muy bien que el noruego caminaba en dirección a su casa a esa hora y en ese mismo recorrido caminando.

Al no recibir respuesta del noruego, esperó que pasaran un par de autos y siguió caminando para poder estar junto al noruego. – Noru, no me evadas – Dijo el mayor recargando su peso en el pequeño cuerpo del noruego. El noruego no lo había corrido como de costumbre y siguió caminando con el danés a cuestas.

– Idiota- Dijo mientras llegaba a su casa, el danés había intentado unir sus manos con las del noruego, pero no lo había logrado. Al entrar a su casa el danés se sentó en uno de los sillones para luego el dueño de casa adentrarse en la cocina. El danés no había tenido la opción de almorzar e involuntariamente comenzó a ruguir por comida el estomago de este.

Ante la no respuesta del menor, el danés un poco aburrido había comenzado a examinar algunos detalles de la casa del noruego, desde algunas fotografías antiguas de los cinco, algunos libros en noruego y para sopresa había solo uno en danés. «La sirenita». Un delicioso aroma lo distrajeron, su estomago volvió a rugir como de costumbre pero con más hambre que anteriormente.

– ¡Idiota! – Llamó el noruego al danés mientras le indicaba que comenzara a alistar la mesa con vajilla y cubiertos para una pequeña hora del té. Cuando la leche y el café estaban listos el noruego había aparecido de la cocina con un kaffebrød, mientras el danés miraba atentamente al noruego y su creación.

– Te amo Noru – Dijo el danés rápidamente mientras le besaba en la mejilla y comenzaba a engullir uno de los kaffebrød . Al tercer kaffebrød, el danés se había dado cuenta que el noruego se había quedado estático, no había ni probado su café que lo más probable es que estuviera completamente helado.

– ¿Noru… estás bien? – Preguntó dejando los cubiertos en la mesa y comiendo el último trozo que había mascado.

Lukas miraba fijamente al danés, con uno de sus dedos sacó una miga que tenía en la mejilla y se acercó. En un rápido movimiento se sentó sobre las piernas del danés mientras seguía completamente hipnotizado con los celestes ojos del danés. El danés por su parte no lograba entender nada, entreabrió sus labios al sentir el aliento del menor y en ese momento Lukas lo besó.

Desde una sutil caricia entre sus labios, hasta que sus lenguas se tocaron comenzaron a sentir como un electroshock entre sus lenguas cuando se acariciaban. Ante la falta de aire debieron separarse, las mejillas completamente rojas del mejor delataban cada centímetro de su corazón.

– Wow, Noru… nunca pensé que harías algo así – El danés estaba sorprendido, pero no quería que el noruego fuera un cobarde y se le escapara nuevamente, así que lo aprisionó entre sus brazos alrededor de su cintura.

El noruego no sabía que hacer, tan solo sentía como los colores subían a su cara y se intentaba esconder, pero ante el beso que ahora fue propuesto por el danés no hizo nada más que responder ante aquello y en medio de suspiros y susurros logró declarar su amor ante un yo también te amo idiota antes de volver a unir sus labios una y otra vez.

Salí a caminar una hermosa mañana por Berlín, no sabía porqué pero desde que habías vuelto a casa algo había vuelto a la normalidad. Todo estaba tranquilo, más alegre y con un cambio a la rutina a diario. Pero hoy era un día especial, a pesar de que ya no tengas tu antiguo territorio, nosotros seguimos recordando tu cumpleaños y me has ayudado a preparar un pequeño almuerzo alemán para algunos países.

Entré a la fiambrería para poder comprar wrust y unos cuantos repollos para poder hacer chucrut. De visita habían avisado su presencia Francia, España e incluso Hungría y Austria para poder festejarte, aunque los hermanos italianos no habían confirmado, yo tenía el presentimiento que también vendrían. Se suponía que habría de comida algunas costillas de cerdo, y unos cuantos embutidos entre ellos una gorda para acompañar unas papas cocidas, sin olvidar la cerveza. ¿El postre? El día anterior había preparado un kuchen de duraznos, no obstante no había olvidado de esconderlo para que no lo comieras antes de tiempo.

Con ya las cosas compradas, revolví mi cabello y comencé el camino de vuelta. Al llegar a casa, todas las ollas estaban dispuestas con repollo, papas o embutidos para el almuerzo, usualmente cocinaba cosas más simples cuando estabamos nosotros, pero el simple hecho de que celebraramos una fecha tan especial, no podía evitar cocinar en grandes cantidades.

– ¡ Oh…Westen!  ¡Riecht lecker!  (¡Oh… West! ¡Huele delicioso!) – Dijo el pruso mientras se servía un vaso de cerveza de un gran barril que estaba en la cocina.

Bruder nimmt…Alles Gute zum Geburtstag (Toma hermano… Feliz cumpleaños) – Dije mientras me avergonzaba por aquél regalo. Sabía que era muy practico y que al fin y al cabo eramos hermanos, pero no podía evitar sentir un poco de incomodidad ante aquello.

Al abrir el pequeño presente te sonrojaste violentamente, me miraste con una sincera sonrisa y me abrazaste sin pronunciar alguna palabra.

-Von Westen (Gracias West) –

Par de minutos más tarde el alegre español llegaba saludando euforicamente a mi hermano, estaba acosutmbrado a su usual incómodo toque, no obstante podía ver como tu le respondías con un susurro en el oído esperando que yo no escuchara. Como no soy chismoso, simplemente obvié el tema sirviendo una copa de vino al español. Mientras comenzaban a llegar los invitados, comencé a servir los platillos que todos devoraban felizmente, a pesar de estar solo Feliciano en la celebración, al parecer el Antonio se veía un poco más tranquilo de lo normal, como si le gustase aquella sensación de no estar con el italiano mayor y sí con mi hermano.

Muy juntos en la mesa mientras comían, logré divisar que unían sus manos bajo el mantel intentando obviar la cara malevola que tenía la húngara en ese momento, o la desaprovatoria del austriaco mientras tomaba una taza de té con kuchen. Aunque lo mio con Feliciano era totalmente oficial, no podía entender si es que se gustaban ¿Por qué no nos decían a las personas más cercanas a ellos?

Sin embargo, todo en mi se sorprendió  cuando logré atar los cabos sueltos y los vi devorandose detrás del refrigerador, para no molestarlos tan solo caminé hacia atrás sin hacer ruido alguno. Callé desde aquél momento, intentando comprender lo feliz que te ponías por cosas tan simples como aquellas.

Sabías que no estoy acostumbrado al invierno y me habías enviado una bufanda tejida a mano, un detalle más que necesario en ese momento que me encontraba en medio de la reunión. Todos pelean, todos discuten, pero solo pudo fijar mi mirada en la tuya en medio del tumulto de gente.  Extrañamente el griego no se había despertado cuando entré y seguía atento en su siesta; para mi eras más interesante que ese amante de los gatos.

El día azul en medio del invierno antes zarista había dado un cálido toque a la convención mundial a la que siempre estamos acostumbrados, por lo mismo terminamos un poco antes ya que el alemán estaba muy feliz desde que compartía habitación con el italiano y sin poder lograr resolver alguna cosa todos terminamos en el hall de aquél hotel ruso.

– ¿Vamos a dar una vuelta? – Te pregunté mientras me ponía la bufanda que tu mismo me habías enviado días antes de la convención.

– No lo sé – Me dijiste un poco confundido, en tus ojos me pedías que sí, pero tus labios estaban indecisos. No lo pensé mucho y tiré de tu cuerpo arrastrándote a la nieve exterior. El lugar era hermoso, y no era la primera vez que lo pensaba, pero el hecho de ver aquella arquitectura tan extraña del ruso tan solo me pusieron más alegre.

Entramos tomados de la mano a la plaza roja llena de pequeñas tiendas, donde ni tu, ni yo dejábamos de observar con detalle cada preciso lugar. Hace mucho tiempo que no hacía de turista y el lugar a pesar de ser muy helado era como de ensueño. Una pequeña ráfaga de viento sopló entre nosotros y lo único que logró fue que tu cuerpo se apoyara en uno de mis brazos agarrando un poco de equilibrio y agregando un poco de calor a mi cuerpo, gracias a tu contacto.

 Caminamos unas cuantas calles más y aquél calor se iba disipando gracias a que el frío había aumentado y una pequeña casita aparecía frente a nosotros, al parecer era una cafetería. Recuerdo haber preguntado algo como 

– ¿Quieres pasar? – y tu asentiste tu mirada con un delicado sonrojo en tu delicada cara, pedimos un chocolate caliente y un café turco para animar el momento. Nuestras manos extrañamente no se habían separado en todo momento y a pesar de que estabas con guantes podía sentir la tibieza de tus manos junto a mi.

Conversamos de todo y en los momentos en que te quedabas callado o, mejor dicho lo hacía yo me dedicaba a admirarte, ¿Cómo era posible que no me había dado cuenta de lo hermoso que eras hasta ahora? Desviaste tu mirada en el momento que te diste cuenta que miraba atentamente tus labios, pero estábamos en un ambiente público y con tu exagerado decoro corriste la cara en el momento que intenté unir nuestros labios pronunciando un delicado – Aquí no – Pero para mi no fue problema, la caminata siguió como si de un par de enamorados fuéramos.

Pero al llegar al hotel, esta él esperandote con la mirada fija en nuestras manos y rápidamente te separaste separando sus cercanías apresurando el paso. La mirada de él sobre mi era peor que ni una cosa en el mundo. Aquél sentimiento de culpabilidad estaba en mi corazón como años atrás había pasado cuando él aún era un niño.

Y es que Heracles en el momento en que te tenía a una razonable distancia te besó con fiereza y pasión, la cuál tu respondiste. Me sentí estafado y totalmente engañado, pero él me lo gritó y no había necesidad que lo repitiera.

– Kiku es mi novio, espero que esto nunca más se vuelva a repetir – Dijiste mientras ingresaba al hotel y tu junto a él.

No supe que pensar, solamente vi como copos de nieves caían una bajo la otra mientras yo me quedaba solo, muy solo. Ya que el invierno había llegado y no había nada más que decir adiós…

Top 10