Los labios húmedos de su hermano chocaban con los de él, una caricia en su cabello y los dedos callosos hacían un cariño en una parte sensible, no sabía que hacer tan solo gemía descontroladamente. No sabía si podría parar en algún momento, tan solo sabía que estaban completamente desnudos en su habitación, el español tocó su entrada y él puso su mano.
– No – Dijo fuertemente mientras empujaba al español contra la cama y lo besaba con pasión, mientras tocaba lascivamente el miembro de su hermano corriendo la mano de arriba abajo, sonrío altaneramente mientras veía como Antonio tenía un sonrojo lo que lo hacía ver adorable.
Sorprendentemente para el español, el portugués paró en seco en unos segundos. El español algo sorprendido le miró incrédulo mientras comenzaba a introducir Madrid en la boca del portugués.
– ¡Hermano! – Gritó el español, pero el portugués en vez de sentir como se le llenaba la boca, lo único que veía era el techo de su habitación y una extraña molestia matutina entre sus pantalones.
– Otra vez – Susurró mientras se dirigía a su baño a darse una ducha de agua fría. No podía creer tantas veces con las que había soñado con aquella escena.
Ya vestido y completamente compuesto el portugués caminaba por la casa, Romano estaba afuera con Antonio, al parecer ya había comenzado la cosecha de tomates y ese par de idiotas no los podían alejar del huerto, ya que se preocupaban desde la cantidad de agua, hasta si tenían o no la suficiente sombra para que sus tomates fuera perfectos. En el reloj de la sala ya eran las doce y si no se ponían a preparar algo para comer, sería muy tarde para almorzar.
Tenía ganas de comer feijoadas, por lo mismo comenzó a preparar los frijoles para adelantar tiempo al par que estaban felices cosechando y limpiando tomates. ¿Cómo era posible que siempre terminara soñando con aquello?, la piel del moreno a través de la ventana se veía apetecible y no entendía como era que el italiano no se le encaramara a cada momento con lo tierno, adorable y sensual que era su querido hermano menor.
Se ducharon y en una hora los tres ya estaban comiendo frijoles con arroz mientras el italiano tenía un poco de salsa de tomate junto a su plato, no hay plato que no se coma con tomate, explicaba una y otra vez. El español alegre por su gran cosecha, simplemente miraba como el portugués estaba excesivamente concentrado con los porotos. Algo le decía que no iba bien, no entendía como era que desde que había llegado el italiano, las conversaciones con él habían disminuido al nivel de monosílabos.
– Bastardo, hoy me tengo que ir a la casa del idiota… así que no se te ocurra molestar mientras no esté – Explicaba el italiano mientras retiraba el plato de la mesa y lo dejaba en el fregadero. – Y no se te ocurra olvidar a los tomates, mucho esfuerzo he hecho como para que arruines todo. ¿Capisco?-
– Si no preocupes, igual voy a tener a Paulo para que me controle ¿verdad?- Aquella sonrisa pícara, el portugués no supo como interpretarla, simplemente asintió un poco serio, evitando pensar en como podría castigar a su hermano.
Horas después se encontraba con su hermano viendo la televisión, no se había dado cuenta en qué momento, el menor se había sentado tan cerca de él.
– Paulo… – susurró igual como cuando era pequeño y decía que quería alguna cosa en especial.
– Antonio – Respondió mientras no despegaba la mirada del televisor, lamentablemente el español estaba pensando en otra cosa, ya que una sutil caricia en sus muslos hicieron que comenzara a sentir algo totalmente nuevo.
La mano del español recorrió el abdomen cubierto del portugués mientras este no se inmutaba intentando concentrarse en la televisión. El español al ver ni una reacción en el portugués se arriesgó a meter la mano en el interior de la sudadera del portugués tocando la caliente y sedosa piel debajo de sus callosas manos. – irmão não deveria fazer isso (Hermano no deberías hacer eso)- Susurró el portugues mientras sentía como el español seguía con su travesía tocando traviesamente uno de los muslos del portugues creando una fricción muy agradable como para poder controlar su cuerpo.
– Eu sou um bad boy (Yo soy un chico malo) – Susurró el español mientras modisqueaba lascivamente la oreja de su hermano mayor mientras veía como este se estremecía con sus caricias.
– ¿Você sabe o que faz deles os bandidos? (¿tu sabes lo que se les hace a los chicos malos?) – El portugues de una manera fiera y salvaje apartó el cuerpo del español recargandolo contra el sofa viendo como este tenía ese mismo rubor con el que había soñado.
– N ão (no) – Respondió el español antes de recibir los carnosos labios de su hermano chocando con los gruesos de él. Le entregaban una deliciosa pasión desmedida.